Johannesburgo fue una vez una ciudad de soñadores, una ciudad de oro que atraía a buscadores de todas partes con la esperanza de enriquecerse. Pero últimamente la ciudad se ha convertido más en una cuestión política, es una gran ciudad donde las almas de muchos residentes están tan oscuras como las farolas.
En mayo, después de días de políticas arriesgadas y presiones, la ciudad nombró a su sexto alcalde en 22 meses: Cabello Guamanda, un concejal de primer mandato de un partido político que recibió sólo el 1% de los votos en las elecciones municipales anteriores.
Su ascenso fue la culminación del último capítulo de una serie política en la que los mandatos de alcalde se miden en semanas y meses, y donde la incapacidad de los concejales para retener a un líder ha llevado al caos local. Los residentes de Johannesburgo fueron los mayores perdedores.
Mientras los líderes políticos discuten sobre el poder y los grupos, los residentes enojados a menudo pasan días sin electricidad ni agua, esquivando caminos llenos de baches y desconfiando de edificios destartalados, como el que se incendió el jueves.
El jueves por la mañana, Guamanda estuvo en el lugar del incendio con miembros del gobierno de coalición de la ciudad. Culpó a años de negligencia por las circunstancias que provocaron el incendio, aunque prometió que su departamento asumiría la responsabilidad.
«Este gobierno tiene sólo seis meses y ya nos enfrentamos a desafíos históricos», afirmó.
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